domingo, 19 de diciembre de 2010

El diseño del espacio público y el espacio de lo público: ciudadano y política

A la pregunta de ¿si se reconoce que el diseño o intervención intencional sobre el espacio público debe adecuarse a las condiciones y necesidades de quienes los habitan o habitarán, respetando sus diversidades identitarias y culturales, cuáles serían las posibilidades y obstáculos que usted encuentra para que el diseño del espacio público pueda ser una medio o factor de transformación de las identidades y culturas de sus habitantes, en función de su como ciudadanos y sujetos políticos? Debe hacerse referencia a una serie de tensiones que tienen como punto de partida la construcción de la identidad tanto individual como social, por un lado, y la reivindicación del lugar, más de una construcción física, como una construcción social y cultural.

Si fragmentamos la pregunta pueden determinarse una serie de elementos que nos inquieren en el proceso de construcción de identidad; desde el reconocimiento de la diferencia, de la idiosincrasia, mediante la alteridad y todos los aspectos que implican interrelación entre dos o más sujetos.

En un principio se asume el ejercicio de construcción de un espacio para todos como algo que homogeniza e impone un modo que, por qué no, es capaz de anular todo rastro de privacidad, de identidad propia, lo que se entiende como el dominio sobre las personalidades y las acomoda a fuerza a una sola.

Sin embargo, ¿qué pasaría si en vez de pensar como la cuestión de adecuación, de homogenización, mejor pensar en un ejercicio de conciliación de las heterogeneidades, que consiste en el reconocimiento de la diferencia en términos de igualdad.

De ahí, que pensar el espacio público, sea al tiempo pensar el espacio de lo público, pues en profundidad, no hacemos referencia al espacio físico que tiene distintos usos de acuerdo a ciertas funcionalidades basadas en un diseño predeterminado, por el contrario, es el medio por el cual, desde la misma Antigüedad, como en el ágora griega, es el lugar donde las personas además de expresarse, de compartir, de caminar, debaten y hacen el ejercicio de la política, pues se ponen en discusión los aspectos que inquieren al ciudadano, que lo afecta, y pone su voz para enfrentarse a los otros y de paso a la institución.

Ahora bien, el panorama de la actualidad aparte de la diversidad, también nos muestra un alejamiento del lugar público, como un miedo, una agorafobia que tiene como manifestación la construcción de fortalezas privadas y fortines edificados con el propósito de mantener a raya todo eso que se considera extraño y amenazador para la identidad personal.

En este sentido, y volviendo a la reivindicación del lugar, el diseño del espacio público como medio transformador de las relaciones y de las identidades, debe pensarse más bien en su original sentido, a saber, el ejercicio político del debate, de la preocupación por la ciudad, pues en el espacio público todos somos los mismos, una identidad distinta, ya sea que sólo se pasee, se juegue, se siente, pero que a sus vez comparte, y se hace partícipe de las otras identidades, es algo curioso, pero en lo público el ciudadano es capaz de reconocerse como un sí mismo, y en el ejercicio de la alteridad reconoce a otros como él, y que a su vez son distintos.

Quizás suene muy simplista esta formulación, pero en su simpleza, se hace compleja, ya que debe reconocerse que las categorizaciones que se propongan para evaluar el fenómeno del diseño del espacio público pueden distar de la realidad, en términos como el desplazamiento, la interacción con otras identidades urbanas que existen alrededor del mundo, incluso dentro del mismo país, las brechas, las diferencias de clase, es decir, un sinfín de elementos que al tiempo de hacer la tarea dispendiosa, la enriquecen dando, así, más posibilidades para tratar de entender y de paso construir una sociedad mejor.

Sí, el lugar es importante, sí su estructura, su presencia, cómo esté organizado, su ambiente, sus condiciones que el diseño debe cumplir, pero no hay que olvidar que adquiere significado y en verdad se hace un lugar, cuando cumple su papel de medio en el cual las interrelaciones de los hombres tienen propósito.

No se trata de construir un lugar que sirva de albergue a una cantidad de seres distintos pero que no se llevan, no se comunican, pues para ello están las prisiones y los panópticos de Jeremy Bentham— que en buena hora no se materializaron—, es la construcción de un lugar físico que se describa en términos sociales y culturales.

Si se peguntan por las posibilidades y por los obstáculos puede decirse que posibilidades hay muchas y obstáculos existen todos. He ahí el ejercicio de la ciudadanía y de la política en cuanto tantos puntos de vista tan diversos tratan de ponerse de acuerdo, muchas veces en el juego de imponerse uno sobre el otro, de manera limpia o de manera sucia, sin embargo, aún quedamos algunos que promulgamos por el ejercicio sano del debate, porque tratamos con nuestros diseños de espacios recomponer el sentido del ágora, pues hace más de mil años unos señores llamados griegos se ponían a sí mismos en juego a favor de algo más grande y digno la polis. Y en verdad se dice que ese sitió nunca existió, pero cuánto significado tiene, por algo es referente del público y de lo público.

Por @Nsoren